CIRUGÍA PLÁSTICA; UNA MIRADA MÁS ALLÁ DE LA IMAGEN

Una vez más me escucho decir lo que semana a semana explico a mis pacientes de la clínica, “la idea de esta sesión es darte un espacio en el que podamos reflexionar sobre tus motivaciones, expectativas y miedos respecto a la cirugía, entiendo que tú te sientes lista y por eso decidiste venir con el Dr. sin embargo es normal que con una intervención estética también se nos muevan muchos temas emocionales y creo que hablándolos aquí puedes aprovechar mejor tu cirugía y asegurar una mejor recuperación”. Las respuestas varían en un amplio rango entre alivio, entusiasmo, curiosidad, hartazgo, impaciencia o incluso fastidio, lo entiendo, al final del día las pacientes llegan ahí con una sola meta, la de modificar su cuerpo, la parte que no las deja tranquilas, que les molesta y que en casi todos los casos, lleva años molestando.

El presente escrito nace de las reflexiones que he tenido a raíz de trabajar junto con un cirujano plástico atendiendo a sus pacientes en consultas pre y post quirúrgicas. Hablaré principalmente en términos femeninos dado que el porcentaje de mujeres insatisfechas con su imagen corporal en prácticamente todos los estudios realizados hasta la fecha es mayor que el de hombres insatisfechos, un 33% de mujeres respecto a un 25% de hombres según Botella (2009). Esto hace evidente que la relación de la mujer con su cuerpo en cuanto a la constitución de su autoconcepto puede en muchos casos ser problemática y causa de un cierto grado de malestar psicológico. Incluso cuando este tipo de intervenciones se hacen cada vez más frecuentes en hombres también (Botella, 2009).

Empiezo por retomar un concepto bien conocido por todos, definición en que la OMS  habla de salud como “el estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Me pareció importante volver a esta idea ya que en el caso de los pacientes que se someten a cirugías o procedimientos estéticos, la medición del éxito va más allá de los problemas de salud, no estando éstos necesariamente relacionados con ningún beneficio médico directo […] para estas personas, la salud o el bienestar se relaciona más bien con las consecuencias emocionales y sociales de su apariencia física (Rondón, 2014, p.23).

Por otro lado y hablando en términos más psicoanalíticos quizá deba iniciar señalando el momento en el que el cuerpo toma voz propia; Otto Fenichel dice que “en la creación de la realidad, la idea del propio cuerpo desempeña un papel muy especial. Al comienzo no existe más que la percepción de una tensión, es decir de “algo interior”. Más adelante cuando se advierte que existe un objeto destinado a aplacar esta tensión, tenemos un “algo exterior”. El cuerpo propio constituye las dos cosas a la vez. A causa de la concurrencia de las sensaciones táctiles externas y los datos sensoriales internos, el cuerpo propio se transforma en algo diferente del resto del mundo y se hace posible distinguir entre lo que es uno mismo y lo que no es uno mismo. La suma de las representaciones psíquicas del cuerpo y de sus órganos, la llamada imagen corporal, constituye la idea del yo (como opuesto al no-yo) y tiene una importancia básica para la ulterior formación del “yo propiamente dicho” (Fenichel, 1984). También esto se podría pensar en términos de la cirugía que altera o invade internamente, pero que su resultado es visto de forma externa, en el cuerpo que es mirado por otros, en palabras de Merleau-Ponty “nuestros cuerpos no son sólo el lugar desde el cual llegamos a experimentar el mundo, sino que a través de ellos llegamos a ser vistos en él” (Barreiro, 2009).

Para hablar del cuerpo y lo que psicoanalíticamente se juega en este, se vuelve indispensable revisar lo que es en sí la imagen corporal, para ello cito a continuación a distintos autores; Schindler en 1935 definió la imagen corporal como “la imagen que forma nuestra mente de nuestro propio cuerpo; es decir, el modo en que nuestro cuerpo se nos manifiesta” y por su parte Faccinni (2002) habla de que “la imagen corporal está íntimamente ligada a la autoimagen, al autoestima y al sentimiento de sí o identidad”. Esto me hace pensar en cómo, cuando escribimos una historia clínica uno de los primeros apartados es el de la descripción del paciente, como si fuera indispensable poder imaginar su cuerpo antes de que pudiéramos hablar de quién es a nivel psíquico. 

Barreiro en su artículo titulado “La construcción social del cuerpo en las sociedades contemporáneas” nos habla de que la corporalidad constituye un instrumento de expresión de nuestra propia personalidad y también nos sirve para tomar contacto con el exterior ya que al compararnos con otros, nuestra corporalidad se manifiesta en nuestras relaciones humanas y en la socialización (Barreiro, 2004, p.135). Sobre esta misma línea Botella retoma a Cash y Pruzinsky (1990) quienes dicen que;

“la conducta de los demás varía sustancialmente en función de su atractivo percibido, en general en la línea de mayor agrado hacia quienes son considerados atractivos y mayor desagrado hacia quienes no lo son. Este efecto se ha demostrado incluso en situaciones en que parece impensable que afecte el atractivo físico: los bebés más atractivos reciben más atenciones no sólo del personal de la guardería sino incluso de sus padres y madres; los niños y niñas más atractivos reciben mayores atenciones de sus maestros y de sus compañeros de clase; los adultos más atractivos evocan en los demás más conductas de complacencia, honestidad, auto-revelación y ayuda prosocial; en el entorno laboral el atractivo discrimina favorablemente en cuanto a la probabilidad de ser contratado y la evaluación de las tareas llevadas a cabo” (Cash y Pruzinsky, 1990 en Botella, 2009). 

Pero quizá no sea solamente pertinente hablar de imagen corporal para explorar el tema de la cirugía plástica, sino también considerar nuevos conceptos y movimientos como el de salud en todas las tallas o gordofobia dado que diferentes estudios que piden relatar lo percibido de una persona en base a su imagen corporal atribuyen a las mujeres de mayor talla términos y características de personalidad como; poca realización personal, poca dedicación a la imagen, bajo autocontrol , poca profesionalidad y dedicación, menor atractivo, poca madurez y popularidad (Botella, 2009, p.8). Es por esto que en el caso de las mujeres, la imagen corporal se vuelve innegable como uno de los factores que propician la seguridad de una misma. 

No obstante quisiera poner sobre la mesa la posibilidad de una auténtica profecía auto-cumplida en la que las personas convencidas de su atractivo y seguras de su físico actúan de forma que aumentan las posibilidades de ver ese atractivo confirmado, mientras que las que están convencidas de resultar poco agraciadas actúan de forma que aumentan las posibilidades de verse apartadas a un segundo plano social (Botella, 2009).

El tema con la imagen corporal, creo yo, es tomar en cuenta qué tanto contraste existe con la apariencia física real. De ahí que no sólo sea de suma importancia desarrollar una buena imagen corporal sino una que se apegue en medida de lo posible a lo real, pues de otra forma nos encaramos con diagnósticos como Dismorfia Corporal o los distintos TCAs que muy frecuentemente se presentan en un consultorio de cirugía plástica y fuerzan la pregunta sobre el límite entre una insatisfacción y un legítimo trastorno de la imagen.

De acuerdo al DSM IV los criterios indispensables para diagnosticar una dismorfia corporal tienen que ver con la preocupación, el estrés y el deterioro en otras áreas de la vida del paciente. En el libro “The Broken Mirror” se habla de que alrededor de una tercera parte de pacientes diagnosticados con dismorfia corporal piensan en su supuesto defecto de 1 a 3 horas al día, un 40% de 3 a 8 horas y un cuarto lo piensan más de 8 horas al día, pero más impactante es que muchos otros dicen que “activamente” sólo lo piensan una pequeña cantidad del tiempo pero que sin embargo siempre están conscientes de su preocupación, como si siempre estuviese por detrás de su mente. 

También se reportan casos en los que las personas con TDC están tan desesperadas por arreglar su defecto percibido que se operan a sí mismas […] más comúnmente las personas con TDC dicen que odian tanto su defecto que les gustaría operarse a sí mismas. 

Fue interesante leer que las distorsiones parecen ser mayores cuando a las personas se les pregunta cómo sienten que se ven, a diferencia de cuando se les pregunta cómo creen que se ven pues pareciera entonces que no obstante a cómo saben verse, siguen adelante con su elección de procedimiento ya que el sentimiento parece ganarle a la creencia. Me remonta a las muchas pacientes que en consulta reportan estar conscientes de ser la única persona que nota esa parte de su cuerpo, pero de cualquier forma sentir la necesidad por cambiarla (Phillips, 1996).

Acompañando distintos procesos de cirugía estética me he percatado de que los procesos en su mayoría pasan por una curva más o menos similar, en la que al inicio se llega a la consulta con una enorme ilusión, se depositan en el doctor todas las insatisfacciones, las inseguridades y el odio que se le tiene a esta o la otra parte del cuerpo. Por fin un espacio libre de juicios en donde una puede hablar de forma despectiva de su propio cuerpo sin miedo a cómo se escuche o a que los demás comiencen a notar eso que tanto esfuerzo se hace por esconder. A cambio, el doctor devuelve una serie de ilusiones que alimentan la fantasía de por fin sentirse satisfecha con su cuerpo.

Sobre el buscar alguien que aplaque nuestro sufrimiento, Fenichel diría que en el bebé 

“los métodos de regulación del autoestima surgen del hecho de que el primer anhelo de objetos tiene el carácter de un anhelo de eliminación del displacer perturbador, y que la satisfacción por el objeto suprime el objeto mismo y resucita el estado narcisista. El anhelo de retorno a la omnipotencia y el anhelo de eliminación de la tensión instintiva no se hallan diferenciados aún uno de otro. Cuando uno logra liberarse de un estímulo displaciente, se produce una restauración de la autoestima. De esta forma la primera satisfacción proporcionada por el mundo externo, el suministro de alimento en el caso del bebé, constituye al mismo tiempo el primer regulador de la autoestima. Todo indicio de amor de parte del adulto, que es más poderoso, tiene en ese momento el mismo efecto que el suministro de leche tuvo para el lactante. El niño pierde autoestima cuando pierde amor y la logra cuando recupera amor. […] Su necesidad de cariño es tan grande que están dispuestos a renunciar a las demás satisfacciones si hay una promesa de cariño como recompensa” (Fenichel, 2008, p.58). 

Una vez la paciente asiste a la sesión de valoración y planeación de la cirugía, los estudios previos a la intervención se hacen ya con entusiasmo, pues como diría Foucault al hablar de los cuerpos dóciles, ya existe un cuerpo que puede ser sometido, que puede ser utilizado, un cuerpo que puede ser transformado y perfeccionado (Focault en Barreiro, 2000). 

Esta serie de procesos pre quirúrgicos se vive de forma rutinaria pero conforme se acerca la fecha de la operación la ansiedad empieza a elevarse, ¿realmente lo necesito? ¿qué es exactamente lo que me van a hacer? ¿la anestesia si será segura? ¿cuánto tarda la cirugía? ¿me va a doler? ¿cuánto voy a tardar en sentirme bien? ¿en poder volver a hacer mi vida normal? Lo que más me ha llegado a impresionar de este periodo, es la cantidad de pacientes que coincidentemente el día anterior a la intervención tienen algún tipo de accidente o llegan enfermas de alguna gripe que imposibilitaba la cirugía teniendo que reagendar o muchas veces, cancelar el procedimiento. Como si entrase de golpe la prueba de realidad, lo veo no sólo en las reflexiones mencionadas sino también al momento de calibrar el coste económico y lo que este implica. Nunberg explica que de continuo hacemos esas concesiones a la realidad, posponiendo la satisfacción o aun renunciando a ella. Habla de que mientras más completa sea la organización del yo, más capaz será de tolerar el displacer y de evaluar los resultados de una acción. A más libre capacidad de tomar decisiones, en mayor medida funcionará con arreglo al principio de realidad (Nunberg, 1987, p.76). 

Finalmente, las pacientes que se someten al proceso de cirugía suelen pasar por una etapa de depresión post quirúrgica en el que esa ilusión construida por semanas o meses respecto a los resultados de su cambio de cuerpo se ve confrontada con los dolores inmensurables que implica una operación. Freud (1920) en Más allá del principio de placer dice “las posibilidades de contraer neurosis se reducen cuando el trauma es acompañado por una herida física” lo explica diciendo “la conmoción mecánica debe admitirse como una de las fuentes de la excitación sexual y el estado patológico de fiebre y dolores ejerce, mientras dura, un poderoso influjo sobre la distribución de la libido. Entonces, la violencia mecánica del trauma liberaría el quantum de excitación sexual, cuya acción traumática es debida a la falta de apronte angustiado; y por otra parte la herida física simultánea ligaría el exceso de excitación al reclamar una sobreinvestidura narcisista del órgano doliente” (p33). 

Me alejo de toda formalidad para explicar que una cirugía, como por ejemplo de liposucción, está lejos de ser elegante y delicada, pues la técnica consiste en que a base de fuerza y calor se logre extraer aquella grasa que se considera “extra”. Aunado al fastidio que implica sentirse débil, incómoda, dependiente a los cuidados de otro y en pocas palabras “fea” pues los moretones, cicatrices e inflamación no son cosa menor. Incluso aquellas pacientes que lo toman como un periodo de descanso y la ilusión es tanta que le dan la bienvenida al dolor como parte natural de su decisión, reportan haberse sorprendido con lo intensa que es la cirugía. Me atrevo a decir que quizá es necesario el dolor e incomodidad ya que se podría ver nuevamente, como la prueba de realidad haciéndose presente intentando evitar que se normalice o se vuelva compulsiva una invasión al cuerpo de esta magnitud.

Freud (1923) en “El yo y el ello”  nos habla del dolor como una forma de integración de la imagen corporal diciendo;

 

“El cuerpo propio y sobre todo su superficie, es un sitio del que pueden partir simultáneamente percepciones internas y externas. Es visto como un objeto otro, pero proporciona al tacto dos clases de sensaciones, una de las cuales puede equivaler a una percepción interna. La psicofisiología ha dilucidado suficientemente la manera en que el cuerpo propio cobra perfil y resalto desde el mundo de la percepción. También el dolor parece desempeñar un papel en esto, y el modo en que a raíz de enfermedades dolorosas uno adquiere nueva noticia de sus órganos es quizá arquetípico del modo en que uno llega en general a la representación de su cuerpo propio”. (pp. 27-28)

 

Una vez superada la cirugía la recuperación varía de cuerpo en cuerpo pero progresivamente las pacientes se sienten mejor y comienzan a notar diferencias que apuntan hacia el resultado deseado. En esta etapa la inmediatez a la que ya estamos acostumbrados en nuestra cultura nos traiciona, lo que toca es ejercitar la paciencia y la tolerancia a la frustración, aprender a cuidarse para por fin conseguir lo buscado. 

Dicho todo lo anterior, considero pertinente tomar un momento para rescatar distintos estudios en los que se describen las altas tasas de satisfacción de diferentes procedimientos; Rondón (2014) nos dice que en seis estudios de reducción de mamas el 86-97% de pacientes reportaron mejoría en la salud psicológica incluyendo mejoría de la imagen corporal y disminución del estrés. En ocho estudios para el aumento de mamas se observaron similares niveles de alta satisfacción, de igual forma que en el caso del rejuvenecimiento facial con un 86% de satisfacción. También se ha evidenciado un incremento del funcionamiento social, de las relaciones afectivas, en la capacidad de los pacientes para disfrutar de la vida, una disminución sustancial de la ansiedad y sentimientos de ser tratados más positivamente por los otros. Significativa también la mejora en las relaciones sexuales de los pacientes sometidos a mamoplastía de aumento. 

El mismo doctor escribe sobre otro estudio en donde se evaluó la calidad de vida y se encontró mejoras significativas a los 6 meses de la cirugía, de hecho más del 84% estaban satisfechos o muy satisfechos con el resultado, tanto que repetirían la intervención otra vez y el 94% de los pacientes lo recomendarían a otros. […] Todos estos cambios se mantuvieron 12 meses después de la cirugía. 

Esto me hace pensar en dos casos; el primero, una paciente de 14 años que tras haber recibido su menarca a los 10 estaba cansada de sentir que su cuerpo y en especial su pecho, de varias tallas más arriba que el de sus compañeras, la hicieran sentirse demasiado grande, esto la llevaba evitar actividades deportivas y no poder utilizar la ropa que quisiera. El segundo, un hombre que cansado de recibir constantes comentarios respecto de su nariz y sentir que esta era lo que la gente más notaba de sí, empezó a limitar su interacción social y sentirse incapaz de acercarse a mujeres con la facilidad que el resto de sus amigos lo hacían.  

Al parecer, no nos contentamos con ver el cuerpo como una obra completa, sino que intervenimos activamente para cambiar su forma, su peso y su silueta. El cuerpo se ha convertido en parte de un proyecto en el que hemos de trabajar y perfeccionar. Featherstone (en Barreiro 2009) distingue dos tipos de exigencias con respecto al cuerpo: que el cuerpo interior funcione bien, es decir que esté sano y en forma, y que la apariencia  o cuerpo exterior sea cuidada. Así, el cuerpo es un “signo”, un “mensaje” que habla de su propietario. 

Supongo que entonces lo que nos queda es preguntar ¿ahora qué? Y lo digo en dos sentidos, el primero, el negativo ¿ahora qué? Ya que cambié esto, ahora qué más me molesta, a dónde migró mi síntoma, mi malestar, mi insatisfacción. La segunda, la que esperaríamos después de una cirugía plástica bien acompañada, ¿ahora qué? Ahora que por fin logré quitar este obstáculo de mi camino, a qué se abrió paso, en dónde puedo invertir la energía mental que utilizaba en preocuparme por esto.

Anterior
Anterior

"Correr Maratones: Un recorrido psicoanalítico a través de la obsesión, la disciplina y el juego"

Siguiente
Siguiente

Estoy listx para ir a terapia…. ¿y ahora?